Muchas veces les decimos a nuestro hijos e
hijas que pongan atención a lo que hacen, pero, ¿pongo atención a lo que hago,
a lo que pienso y a lo que siento? cuando estos tres aspectos están equilibrados
y soy consciente de cada momento de mi vida, no es necesario prácticamente ni
decirlo, con nuestro modelo ya educamos
en estar presente.
Dedicar un tiempo al día a reflexionar en el
silencio como forma de tomar conciencia de nuestra manera de comunicación
(verbal, gestual…) con los demás y con nosotros mismos. Cuando la mente está
continuamente de cháchara, caemos en una especie de borrachera o adormecimiento
que nos impide estar presentes en la vida. Cuando despertamos de este
aletargamiento nos sentimos más vivos y dispuestos a disfrutar de todo lo que
la vida nos da.
La importancia de educar-nos y educar en la
conciencia: tomar conciencia es aprender a estar presente en todos los momentos
de nuestro día a día. Si estoy
desayunando pongo mi atención e intención en que estoy desayunando, entrenando
a la mente a no dispersarse en hacer una cosa y pensar en otra.
Si jugamos con los hijos, nuestro interior está
en jugar, en soltar a nuestro niño interior y disfrutar de ello, los niños lo
notan y se sienten felices, acompañados, acogidos, amados… esto es muy distinto
de jugar y estar pensando en lo que he de hacer mañana, por ejemplo, entonces no
estamos presentes, no ponemos nuestra atención y amor en disfrutar de nuestros
hijos y ellos sienten nuestra distancia.
Es cierto que a veces las preocupaciones, ocupaciones, y la vida misma
nos vence, en ese caso es importante hacer un stop, centrarnos en jugar, en
distraernos, aparcando por un momento lo demás y estar en el presente; aquí podemos aprender mucho de nuestros
pequeños, sus enfados suelen durar poco,
no viven en el pasado ni en el futuro, sino PRESENTE.
Vivimos en una sociedad en la que siempre
estamos ocupados, nos comunicamos por medio de las nuevas tecnologías, y los niños parecen que ya
nazcan con ellas, esto por una parte es
normal y no debemos alarmarnos, sin embargo, es útil jugar a inventarse juegos,
a jugar con el cuerpo ( cosquillas,
jugar al escondite, abrazar a nuestros hijos, etc. ) con la imaginación, e
invención de historias… enseñarles que hay muchas cosas más además de los
móviles y las pantallas o juegos virtuales. Les estamos enseñando a vivir.
También tengamos en cuenta que no es tanto la
cantidad sino la calidad.
Si
cuando jugamos, o escuchamos sus historias, sus vivencias de guardería,
escuela, amigos, etc. estamos presentes en nuestra atención y con la conciencia
en el momento presente, estamos dando amor, calidez, atención y cuidados,
además de dar un modelo de estar ahí, con ellos muy importante para la
formación de su personalidad y sembrando una semilla que dará fruto en su
madurez y cuando a su vez se conviertan en madres o padres.
Ángela
Martín.
Madre y psicóloga